Hambre.

Apelás al corazón de los odiadores, al aprecio de los despectivos, al dinero de los ladrones; porque en el fondo no te importa. En el infierno no hay mejores ni peores, ricos ni pobres, buenos o malos. En el infierno todo es miedo, y al igual que en el paraíso, los fantasmas necesitan comer.

¿Quién anda ahí?